En gran medida esto es un refinamiento de las políticas existentes destinadas a mejorar la seguridad energética, la aceleración de la transición a una economía baja en carbono y, en el plano político, una demostración de que los 28 estados miembros de la Unión Europea pueden sacar un nuevo proyecto de integración en un momento en que están profundamente divididos en cuanto a política monetaria y migración.

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