Seat ha sido una de las marcas que se ha incorporado al creciente club de turismos alimentados con gas natural. La firma española introdujo estos motores económicos y ecológicos en dos modelos; primero en una versión del pequeño Mii Ecofuel –con una potencia de 68 caballos– y, más recientemente, en el nuevo León familiar –110 caballos–, en ambos casos con motores combinados con gasolina o diésel. Seat se une así a la apuesta de Skoda, Audi, Volkswagen (a la vez grupo matriz de las anteriores), Fiat, Mercedes, Opel, Ford o Volvo por el gas natural comprimido (GNC).
De momento, el gas licuado del petróleo (GLP), que mezcla butano y propano, está mucho más extendido en Europa (varias firmas alternan modelos de ambas tecnologías) y resulta mucho más fácil encontrar estaciones de servicio para repostar. Pero poco a poco se va abriendo camino el GNC, muy extendido en Latinoamérica, que cuenta con reservas mucho mayores que las de crudo (el gas natural está compuesto en un 90% por metano, CH4) y no está expuesto a las subidas de precio de este. En cuanto a los beneficios económicos y medioambientales, los resultados de ambos combustibles vienen a ser equiparables. Aunque el kilómetro salga al final algo más barato con el GNC, algunos analistas apuntan que su autonomía y potencia es menor que el GLP.
Se pueden hacer adaptaciones de vehículos tanto diésel o gasolina y combinar su alimentación con gas natural. De hecho, muchos taxis lo están haciendo, incluso también con un tercer sistema eléctrico, para ganar autonomía y seguir ahorrando combustible. "Pero lo mejor son los vehículos que ya vienen de origen, que tienen todo optimizado", apunta Ramón Pascual (entre otras cosas no tienen que registrarse y aprobar las modificaciones en la ITV).
Respecto a la seguridad del sistema, Pascual reconoce que quizá no alcance la de un diésel, pero sí es mayor –asegura– que la de un vehículo de gasolina, tanto en repostajes (por la electricidad estática) como en caso de colisión.